miércoles, 22 de septiembre de 2010

Los pineros

LA PROVINCIA MARÍTIMA DE SEGURA
“Pineros de mi corazón,
Sustentad vuestro gancho a la madera con tesón,
Aunque con vuestro sudor,
Fecunden otras tierras lejanas”
La madera en la Sierra de Segura resume toda la historia e idiosincrasia de una tierra hermosa e ignota donde las halla, rodeada de parajes unívocos y singulares, plena de recursos, habitada por gentes abnegadas y que te entregan todo su cariño sin pedir nada a cambio. Es una tierra de la que han llovido ríos de tintas en elogios, que a lo largo de la historia no se han traducido en hechos. De las gentes buenas de Segura, de sus parajes henchidos de naturaleza, de su ricos recursos, se han aprovechado de una manera arbitraria muchos gobernantes e instituciones que han dictado leyes perniciosas para los serranos, quizás demasiados pusilánimes y complacientes, aunque en los últimos años se está revirtiendo tanta insidia e ignonimia, porque se perciben avances, aún insuficientes, de una tierra que ha sido condenada al olvido, por hallarse lejos de los grandes centros de decisión. Este retraso secular exige la adopción de una serie de compromisos mucho más firmes y continuados.
Uno de los grandes recursos de los que siempre ha dispuesto la Sierra de Segura ha sido la madera. Desde principios del siglo XVIII se convirtió en el principal abastecedor de madera para todas las necesidades civiles o militares de todo el país. La explotación a gran escala comienza con la construcción de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, actual sede de la Universidad hispalense. La madera de Segura está cerca y es barata. A partir del año 1733, grandes cantidades de madera se conducen hasta Sevilla bajo la administración del Real Negociado de Madera, dependiente del Ministerio de Hacienda.
Al mismo tiempo, los ingenieros navales se dan cuenta de que esta madera sí es eficaz para la construcción de barcos de guerra. Entre el Ministerio de Hacienda y el de Marina provocaron un enorme perjuicio en los montes, ya que su explotación fue indiscriminada e irracional, hasta el punto de que, en un siglo se llegan a cortar 280 millones de árboles. Una fecha funesta para la comarca segureña fue la del año 1748. Un decreto durante el reinado de Fernando VI declara a la Sierra de Segura como Provincia Marítima. Fue una de las medidas más aberrantes e irracionales que se pueden adoptar contra una comunidad y contravino las Ordenanzas del Común de Segura aprobadas en el año 1580, en el antiguo monasterio de Santa María de la Peña, que se levantaba sobre la actual plaza de toros de la localidad de Orcera. Regulaban todas las actividades laborales, económicas y jurídicas, de la regulación del aprovechamiento de las tierras, de la corta de árboles y de la distribución comunal de la madera. No deja de ser curioso que una tierra ubicada en las profundas entrañas de la serranía y lejos del mar, se convirtiera en provincia marítima. Detrás de esta curiosidad se escondía una medida colonialista. La administración se aprovechó de un recurso de la zona con el trabajo y el sudor de los lugareños.
En el libro de ‘Segura a Trafalgar’, su autor Vicente Ruiz García habla con todo lujo de detalles y con una profusión de hechos, de cómo la madera segureña se empleó para reflotar a la marina española, que después fracasó en la batalla de Trafalgar (1805), donde los ingleses vapulearon a la alianza hispano-francesa. También se llevó a las prestigiosas bases marinas de Cartagena y La Carraca (Cádiz). Cuenta como antes el comercio de la madera estaba en manos de mercaderes de Úbeda.

El municipio de Orcera tuvo un papel predominante porque allí tuvo su sede el Ministerio de La Marina de la Provincia Marítima de Segura. Allí, en el año 1994  se levantó el Monumento al Pinero, que se incrusta justo al lado de una zona emblemática de la ciudad, el Álamo Gordo, en el Cuartel de la Guardia Civil. El 14 de noviembre de 2008 de inauguró el espacio temático ‘La Provincia Marítima’, ubicado en la sala de exposiciones del Ayuntamiento. Allí se puede encontrar toda la historia de la Provincia Marítima de Segura, hasta que se extinguió en el año 1836, aunque hasta mediada la década del siglo XX perduró el oficio de los pineros, que condensa toda la idiosincrasia de la zona.
El oficio de pinero exigía mucha habilidad y destreza. El orcereño Domingo Alba todavía es un testimonio vivo. Los pineros portaban su gancho pinero que les permitía enganchar y pinchar la madera para que pudiera seguir su curso por el río.  Domingo cuenta como la madera tardaba en llegar cinco meses desde la Sierra de Segura hasta la Estación Linares-Baeza. “Allí bajaban las maderas a una gran velocidad debido a las ríadas y nos teníamos que quedar allí dos meses esperando toda la madera que venía atrás e incluso una parte de la madera bajaba como escobas y no había manera de sujetarlas, por lo que se iban por el Guadalquivir hasta Sevilla”. Unas 500 personas se encargaban del traslado y se dividían en cuadrillas de 20 personas, (se llamaban compañas). Los pineros eran resistentes a los largos inviernos y eran robustos y unos grandes nadadores. “Recuerdo una noche que empezó a llover mucho en la zona de la Vega, crujieron las maromas y en La Puerta de Segura se formó un grifo de más de 300 traviesas”, narra con un halo de nostalgia Domingo, quien en su compaña era hatero, o sea el que guisaba para los demás. Domingo también participó en otras conducciones de madera que se desarrollaron en las provincias de Cuenca, Madrid y Guadalajara.
Domingo y mucho de los pineros contribuyeron con su sacrificio y esfuerzo a la modernidad y resurgir de otras tierra, a lo que puso ser el resurgir de lo que en su tiempo fue una esplendente marina que le dio poderío a España que se fue diluyendo en Trafalgar. Pero la Sierra de Segura asistía impasible ante la expoliación de sus riquezas. Pero los pineros tuvieron un aliado, su gancho pinero, aunque la riqueza parara y arribara a otras zonas.




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