Mi reencuentro con la realidad del fútbol provincial me devolvió a un escenario antes habitual y en los últimos tiempos ya desconocido, la final de la Copa del Subdelegado que fue vibrante y emocionante, porque enfrentaba a dos ciudades que rivalizan en el terreno futbolístico y algo más, Jaén y Linares. Los linarenses volvieron a doblegar al filial del Real Jaén. Pero sí que se percibe que los dos clubes de la provincia más representativos de la provincia en los últimos tiempos tienen mimbres, cantera y futuro. Los linarenses siguen subiendo de los sótanos y buscan con afán recobrar el esplendor de antaño. Mientras que el Real Jaén, que camina en la cuerda floja, tiene donde agarrarse en sus jóvenes valores. Ya sé que hay una rivalidad encarnizada entre ambos equipos, pero como comprovinciano les deseo lo mejor a los dos y eso es bueno para el balompié provincial.
Pero quisiera hacer una defensa del fútbol modesto y de cantera (del que soy un apasionado). Por ejemplo, esta Copa del Subdelegado permite a poblaciones humildes y aficionados al fútbol disfrutar de sus instantes de gloria y de júbilo. No son galácticos, no cobran grandes emonumentos, si salen en programas televisivos y de radio de relumbrón, pero les aseguro, que la pasión que le pone es, como mínino la misma. Esto tiene más mérito. Y muchas veces, tanto relumbrón, tanto mercadeo, nos pone un velo a la realidad, y es que en nuestros pagos hay talentos en potencia, que no tienen la misma suerte que otros, bien porque no viven en una ciudad, o porque se valora mejor lo de fuera y la cantera es garantía de éxito, porque a la calidad le unen el amor por su camiseta que le ha visto progresar, mientras que otros aman otros colores, ya me entienden. Por lo menos hay que buscar el equilibrio, que luego vienen los descalabros. Vaya mi reconocimiento por los que aún creen en la base.
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